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La tradición y la posesión

La convivencia entre familias y grupos en un edificio es algo cotidiano y complejo. Cada pequeña interacción lo define a uno como persona y como grupo, y va creando identidades.

En medio de este escenario, hace unos días, hablaba con uno de los vecinos que se mudó al edificio donde vivo cuando fue construido. Él cuenta cada historia de como creció el barrio, y se fue transformando, y cómo ha cambiado con los años. Esta semana, me contaba una historia sobre el parque del conjunto, donde antes había banquitos hechos con troncos. Me contaba molesto, como él ponía su banquito en un sitio del parque, y luego venía un muchacho y se lo cambiaba de sitio, y cómo esta dinámica sucedió por muchos días.

La reflexión que me dejó la historia, es si alguien que ha vivido 20 años en un sitio tiene más derechos que alguien que acaba de llegar. ¿Cómo se decide cual es el lugar más apropiado para el banquito, o cualquier otra situación que se presente?

Alguien que ha vivido 20 años en el mismo sitio, tiene un apego sentimental comprensible y positivo, sobre el espacio y los bienes compartidos. Lo ideal, es que todos los que viven en un sitio lo sientan propio, se apersonen, lo cuiden. Pero, ¿y si el recién llegado tiene nuevas ideas, quiere plantas nuevas, se imagina formas distintas de administrar? Me refiero a esas cosas que no pueden argumentarse, que son casi emocionales, como cuál es el mejor sitio para el banquito. ¿Qué idea primará? ¿Cuál debería hacerlo?


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