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Mostrando las entradas de febrero, 2011

Noruega

Hoy mi hermana me dijo, en chiste, pero en serio, que no entendía por qué no habíamos nacido en Noruega. Llegamos a ese tema, por que hablábamos de mis vecinos, de las discusiones sobre las adopciones gays, sobre la corrupción. Crecimos en un hogar donde había total tolerancia a cualquier diversidad, que no fuera deshonestidad, y vivimos en completa frustración por haber nacido en Colombia. Ese país donde no se conoce la palabra tolerancia, donde la diversidad se aplasta y el que no roba es un idiota. Lo curioso es que nunca nos hemos querido ir, y nunca ha dejado de importarnos, a pesar de la frustración constante. No podemos solo pretender  que vivimos en otro país, ir al Andino y pensar que nada pasa. Tampoco nos nace ese deseo de ir a ser oficinistas en Lóndres. Recuerdo desde niña que repetía un dicho, "Cada uno carga la cruz que le da la gana cargar". Al parecer, vivir en Colombia, en vez de Noruega, es la mía.

Demócratas y libertades personales

Les comparto este fragmento de la carta que recibo de la administración del edificio en que vivo: "Con el mejor deseo de lucir bien y estar acordes con el sector, agradecemos de manera especial a nuestros residentes revisar sus cortinas y colocar velos o blackout para evitar la sinfonía de colores y diseños..." Es decir, quita tus cortinas azules porque nos ofenden, para ser como nosotros tienes que tener cortinas blancas. Qué maravilla mi barrio, ¿no?

El mundo no está tan mal

En mi cuadra, reconocida por tener vecinos muy poco solidarios, acabo de presenciar una escena que me enterneció, y me recordó que se puede tener fe en la humanidad.  Un niño, de unos 12 años, llorando. Está perdido. Por la ropa que tiene puesta, se nota que viene de una familia humilde. Pero habla muy bien, un niño inteligente sin duda. Está angistiado. Dos adolescentes del barrio, de esos por los que usualmente no doy un peso, le preguntan qué pasa. Él explica, estoy perdido, no se donde estoy. Los adolescentes le dicen, venga, tomese una gaseosa y se calma y nos cuenta. Yo estaba cerca, pendiente de si tenía que intervenir. Fuí también a la panadería a comprar algo y ver que pasaba. Los adolescentes copraron una gaseosa, se la dieron al niño. El niño fue calmandose. Cuando pudo hablar, le preguntaron, bueno, pero donde vives. En un barrio lejisimos. Bueno, si, pero como se llama ese barrio. Se llama tal. Ah bueno, ¿y sabes más o menos la dirección? ¿Cómo se llega allá? Si teng

¿Qué haremos con estos verdes?

Concuerdo con muchos que he leído recientemente: el desencanto por la falta de liderazgo, pero sobre todo por la soberbia por su supuesta superioridad moral, hace que los seguidores verdes sean vistos como un grupo detestable. E n los últimos dos días he pasado un mal rato a cuenta de un verde cuyo nick no recuerdo (lanzó la piedra y luego me bloqueó), pero como me gusta contar las historias, he aquí mi interpretación de los hechos. Encuentro loable cuando un ciudadano encuentra caminos para participar. La participación es una forma de vida, cuando uno se involucra en algo que le importa, sigue haciéndolo y ese un proceso importante dentro de cualquier sociedad. Por eso, los jóvenes y no tan jóvenes que iniciaron esos procesos de participación con la ola verde merecen un reconocimiento. Pero, su desconocimiento de que la participación y los medios para hacerlo son derechos del ciudadano, reforzados en la constitución del 91 es un poco preocupante. Con frecuencia me dicen, "gra