Ya he convertido en hábito, esto de hablar abiertamente sobre salud mental. Me alegra ver que lentamente, las personas van también convirtiéndolo en lo normal, y se habla de ansiedad tan frecuentemente como bajar de peso en los artículos de márketing de contenido por todas partes. La depresión, la ansiedad, las enfermedades crónicas y su impácto en la vida. Ya son cosas de las que se puede hablar. Prueba de que las sociedades avanzan, afortunadamente.
Creo que siempre he sido "la rarita", porque soy introvertida y además tengo síntomas que van y vienen de depresión, y en los últimos años de estrés post traumático y trastorno de ansiedad general (me encantan los nombres, ¡suenan tan importantes!). Los peores años fueron cuando no tenía aún un diagnóstico y realmente pensaba que había algo mal conmigo, moralmente. Cuando las pastillitas mágicas me mostraron que era realmente, sólo un tema de química, y el truco era aprender a reconocer cuando venía una recaída para tratarla, bueno, pues la vida cambió.
Me he vuelto hábil en notar cuando tengo síntomas, y saber qué tengo que hacer para controlarlas. No siempre soy "funcional", hay días en que tengo que simplemente esconderme del mundo, pero regreso con una sonrísa y todo va bien.
Tantos años de lidiar con esto, me han hecho compasiva con el tema. Primero al entender que mi mamá sufrió con esto toda su vida y jamás tuvo tratamiento. Crecí sin su apoyo, porque realmente no podía darlo, no tenia una depresión funcional. Ese sentimiento de abandono con el que crecí ya se ha convertido en tristeza por saber cuánto ha debido sufrir. El resto de la familia no entiende realmente el tema, principalmente porque no les interesa. Es mucho más fácil ponerme la etiqueta de "rarita". Ya dejó de preocuparme.
Sin embargo, sigo tenindo que justificar el hecho de que me niego a abandonar a mi pareja porque exhibe síntomas de enfermedad mental. No todos tienen la misma suerte que yo, de lograr que su tratamiento les mejore los síntomas a los niveles que me los mejora a mi. Algunas personas pasan años cambiando medicamentos, y tratando terapias, sin éxito. Y con frecuencia, la enfermedad mental se mezcla con alcoholismo, adicciones a medicamentos de prescripción, y muchas otras estratégias desesperadas por dejar de sentirse mal. El suicidio es un riesgo real, cada día. Y son días de mucho sufrimiento.
Tras una recaída muy fuerte, mi novio está de nuevo institucionalizado (forma poco amable de referirse a alguien que recibe tratamiento en un hospital o institución especializada). Ayer un amigo me dice, "Ahora que estás ya sin novio podemos salir." ¿Cómo que sin novio? ¿Uno espera a que alguien esté en el peor momento para darle una patada y dejarla sola? ¡Claro que no!. "Ah, es que tienes que cuidar." Claro que me estoy cuidando, cuido mi salud mental cada minuto del día, pero eso no significa que voy a abandonar a quien más lo necesita, por más "mal" que se ha portado durante la recaída. ¿Acaso vas a abandonar a tu esposo con cáncer porque vomita mucho durante la quimioterapia y es asqueroso?
Ah, qué cansado es esto, de tener que explicar lo obvio. Humanidad, señores y señoras, nos falta humanidad.
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