La depresión es una enfermedad compleja, y parece que sólo aquellos que la padecemos tenemos capacidad de entenderla y sentir compasión por otros que la sufren con nosotros.
Se trata con pastillitas, al igual que la presión alta, dejando claro que es un tema químico, pura biología. Pero los síntomas no se tratan como la presión alta. Hay grandes prejuicios asociados a esta enfermedad.
Lo que la mayoría sabemos es que las personas deprimidas se quedan sin amigos rápidamente. Tal vez es lo primero que se pierde. La familia espera un poco más, pero también desaparece.
Con la depresión viene una distorsión de la realidad que nos hace pensar que todo saldrá mal, y todo el universo está contra nosotros. Sin importar cuales son nuestras habilidades o capacidades, el autoestima desaparece y se pierde el coraje de intentar nada. ¿Qué sentido tiene tratar de hacer algo, si ya sabemos que vamos a fracasar en el intento?
Cuando se cuenta con suerte, después de algunos intentos de medicamentos, algunos logramos una recuperación milagrosa. Milagrosa porque de pronto vi todo de colores, como si el manto gris que cubría mi vida desapareciera. Cada mañana me despertaba con tanta energía, concentración, borbotones de felicidad y pensaba, bueno, pues si así se sienten las demás personas, ya veo porqué pueden hacer tantas cosas en un día cualquiera.
Hace ya más de una década que un médico me inició en los medicamentos de depresión, y no tengo duda de que eso me salvó la vida. De niña deprimida, a 10 años de solo trabajar como si estuviera ya muerta, luego 10 más de recuperación y luego volver a tener interés en la vida. En una ocasión un médico, que de forma rutinaria pregunta que medicamentos estoy tomando, al saber que tomaba medicamento para depresión se negó a realizar la consulta diciendo que no atendía viejas que sólo querían atención. Ese día decidí siempre ocultar que tomaba medicación. Sólo personas muy cercanas lo sabían, hasta ahora.
En estos últimos 6 años, he tenido 3 grandes recaídas, que en el último episodio fueron acompañadas por ataques de pánico. Se que la mayoría de personas no han experimentado un ataque de pánico, así que imagine que está frente a 4 tigres que lo asechan, usted no tiene ni una piedra con qué defenderse y sabe que está a punto de morir. Ahora imagine que eso lo está sintiendo mientras va sentado en un bus, o en un restaurante o en cualquier parte que parece perfectamente normal, donde no hay un peligro inminente, pero su cuerpo sigue reaccionando como si los tigres estuvieran al frente. No puede respirar, los sonidos, olores todo se magnifica, todos los músculos se tensan, es imposible pensar más que en como salvar la vida y al mismo tiempo, usted es perfectamente consciente de que no existe ningún peligro, que no está pasando nada más que el que usted ha perdido control sobre su cuerpo y su mente.
Aprendí a caminar mientras tenía un ataque de pánico, para salir rápidamente de la oficina. Me sentaba en el mismo andén, como a una cuadra de mi oficina, pero donde sabía que era improbable encontrar a nadie conocido. Y ahi, sentada, pasaba 30 o 40 minutos tratando de respirar hasta que lograba controlar mis reacciones. Considerando la complejidad de estos episodios, empecé a tenerle tanto miedo a los ataques que los anticipaba, y esta misma anticipación los causaba. Así que, nuevamente, me dieron medicación. Y la medicación para el pánico, aunque efectiva, no me daba esa sensación de bienestar de los antidepresivos. Al contrario, lo que hacía era inhibir completamente la reacción emocional. No sentía nada, solo pensaba sobre lo que pasaba, pero sin la capacidad de estar triste, molesta, indignada. Solo veía a las personas, como si estuviera viendo un episodio repetido de una serie mala. Lo veía, lo entendía, pero no tenía ninguna relación real conmigo.
Los ataques de pánico continuaron mucho tiempo después de que renuncié a mi trabajo, situación causante de las últimas dos crisis y los ataques de pánico. Por varios meses tuve pesadillas, incapacidad para concentrarme, miedo a todo y a nada, desordenes alimenticios. Lentamente, he recuperado mi sonrisa, la esperanza en cosas buenas en la vida. Sigo medicada. Muchos días sólo estoy triste al recordar el sufrimiento que viví y que no era justo ni necesario.
La depresión es una enfermedad muy compleja. Que sólo quien la ha tenido entiende.
Pero hoy creo que es valioso solo contar que la medicación ayuda, que las cosas si mejoran, que uno se puede recuperar. Con la esperanza de que alguien tome esta experiencia, se salte a su familia y amigos y todos los que lo critican, y busque alguien que le ayude, le de pastillas mágicas, y le ayude a encontrar una razón para vivir.
Photo credit: AmateurArtGuy via Visualhunt / CC BY-ND
Se trata con pastillitas, al igual que la presión alta, dejando claro que es un tema químico, pura biología. Pero los síntomas no se tratan como la presión alta. Hay grandes prejuicios asociados a esta enfermedad.
Lo que la mayoría sabemos es que las personas deprimidas se quedan sin amigos rápidamente. Tal vez es lo primero que se pierde. La familia espera un poco más, pero también desaparece.
Con la depresión viene una distorsión de la realidad que nos hace pensar que todo saldrá mal, y todo el universo está contra nosotros. Sin importar cuales son nuestras habilidades o capacidades, el autoestima desaparece y se pierde el coraje de intentar nada. ¿Qué sentido tiene tratar de hacer algo, si ya sabemos que vamos a fracasar en el intento?
Cuando se cuenta con suerte, después de algunos intentos de medicamentos, algunos logramos una recuperación milagrosa. Milagrosa porque de pronto vi todo de colores, como si el manto gris que cubría mi vida desapareciera. Cada mañana me despertaba con tanta energía, concentración, borbotones de felicidad y pensaba, bueno, pues si así se sienten las demás personas, ya veo porqué pueden hacer tantas cosas en un día cualquiera.
Hace ya más de una década que un médico me inició en los medicamentos de depresión, y no tengo duda de que eso me salvó la vida. De niña deprimida, a 10 años de solo trabajar como si estuviera ya muerta, luego 10 más de recuperación y luego volver a tener interés en la vida. En una ocasión un médico, que de forma rutinaria pregunta que medicamentos estoy tomando, al saber que tomaba medicamento para depresión se negó a realizar la consulta diciendo que no atendía viejas que sólo querían atención. Ese día decidí siempre ocultar que tomaba medicación. Sólo personas muy cercanas lo sabían, hasta ahora.
En estos últimos 6 años, he tenido 3 grandes recaídas, que en el último episodio fueron acompañadas por ataques de pánico. Se que la mayoría de personas no han experimentado un ataque de pánico, así que imagine que está frente a 4 tigres que lo asechan, usted no tiene ni una piedra con qué defenderse y sabe que está a punto de morir. Ahora imagine que eso lo está sintiendo mientras va sentado en un bus, o en un restaurante o en cualquier parte que parece perfectamente normal, donde no hay un peligro inminente, pero su cuerpo sigue reaccionando como si los tigres estuvieran al frente. No puede respirar, los sonidos, olores todo se magnifica, todos los músculos se tensan, es imposible pensar más que en como salvar la vida y al mismo tiempo, usted es perfectamente consciente de que no existe ningún peligro, que no está pasando nada más que el que usted ha perdido control sobre su cuerpo y su mente.
Aprendí a caminar mientras tenía un ataque de pánico, para salir rápidamente de la oficina. Me sentaba en el mismo andén, como a una cuadra de mi oficina, pero donde sabía que era improbable encontrar a nadie conocido. Y ahi, sentada, pasaba 30 o 40 minutos tratando de respirar hasta que lograba controlar mis reacciones. Considerando la complejidad de estos episodios, empecé a tenerle tanto miedo a los ataques que los anticipaba, y esta misma anticipación los causaba. Así que, nuevamente, me dieron medicación. Y la medicación para el pánico, aunque efectiva, no me daba esa sensación de bienestar de los antidepresivos. Al contrario, lo que hacía era inhibir completamente la reacción emocional. No sentía nada, solo pensaba sobre lo que pasaba, pero sin la capacidad de estar triste, molesta, indignada. Solo veía a las personas, como si estuviera viendo un episodio repetido de una serie mala. Lo veía, lo entendía, pero no tenía ninguna relación real conmigo.
Los ataques de pánico continuaron mucho tiempo después de que renuncié a mi trabajo, situación causante de las últimas dos crisis y los ataques de pánico. Por varios meses tuve pesadillas, incapacidad para concentrarme, miedo a todo y a nada, desordenes alimenticios. Lentamente, he recuperado mi sonrisa, la esperanza en cosas buenas en la vida. Sigo medicada. Muchos días sólo estoy triste al recordar el sufrimiento que viví y que no era justo ni necesario.
La depresión es una enfermedad muy compleja. Que sólo quien la ha tenido entiende.
Pero hoy creo que es valioso solo contar que la medicación ayuda, que las cosas si mejoran, que uno se puede recuperar. Con la esperanza de que alguien tome esta experiencia, se salte a su familia y amigos y todos los que lo critican, y busque alguien que le ayude, le de pastillas mágicas, y le ayude a encontrar una razón para vivir.
Photo credit: AmateurArtGuy via Visualhunt / CC BY-ND
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