Hago un pedido a domicilio por una nueva app que es un startup bogotano.
Un par de horas después recibo una llamada con total angustia: "Maria, disculpa, tu pedido no ha salido porque tenemos el servidor caído. Por favor, podemos mandarlo mañana? o te lo cancelo?"
María, que se encuentra echando código en el mismo instante, recuerda sábados de angustia como las que está pasando este chico y sonríe: "Levanta el servidor, luego te vas a dormir y me traes el pedido mañana".
Moraleja: la solidaridad entre programadores, si existe. :)
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